Cada tanto, baja del Monte Sinaí tuitero un iluminado con las verdades absolutas sobre San Lorenzo. Señala, ordena, sentencia. ¿Pero quién lo eligió? Spoiler: él mismo.
En el ecosistema político de San Lorenzo, entre reuniones vacías, promesas recicladas y gestiones que parecen salidas de un sketch de Capusotto, emerge cada tanto una figura autoproclamada como «el que sabe». Baja con las tablas en la mano, dice quién sirve y quién no, qué se debe hacer y cómo salvar al club. Como si el Gasómetro necesitara un Moisés, pero versión WiFi.
Pero lo curioso no es lo que dice, sino lo que no dice: ¿quién lo puso ahí? ¿A quién representa? ¿Con qué estructura cuenta? Casi siempre, detrás del dogma, hay estrategia: posicionarse, instalarse, armar una lista o pegarse al poder de turno. El yoísmo como único norte. ¿El club? Bien, gracias.
Mientras tanto, los socios y socias seguimos viendo cómo se vacía la cancha, cómo se posterga Boedo, cómo el básquet mendiga presupuesto. Y en el centro de la escena, el Mesías tuitero marcando la cancha… desde la comodidad del teclado.